Tercera Condición de vida: Obediencia
Meditación 10
El Maestro, que, viniendo al mundo no para hacer su voluntad, sino la voluntad del que le envió, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:8), dice a los que le siguen, Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo 11:29)
Los hermanos y hermanas desean, por lo tanto, someter su voluntad a la voluntad de Dios, en el espíritu de perfecta obediencia, para que, liberados de la obstinación y el orgullo, encuentren la verdadera libertad y paz y sean instrumentos listos que él pueda usar para sus propósitos
Meditación 11
Además, al aceptar voluntariamente la Regla como vinculante para ellos, los hermanos y hermanas se comprometen a observar esta Regla y a obedecer las decisiones del Capítulo, por las cuales se expresa e interpreta la opinión común de la comunidad.
Corresponde a los Ministros administrar la Regla y hacer que se observen las decisiones del Capítulo. Sus instrucciones, por lo tanto, a menos que ordenen algo contrario a la Regla o en sí mismo pecaminoso, deben cumplirse pronta y alegremente. En su ausencia se debe obediencia a sus Asistentes. Los hermanos o hermanas puestos a cargo de un departamento de trabajo también deben ser obedecidos en ese departamento. Pero ninguno puede, bajo ninguna autoridad, actuar en contra de la guía de su propia conciencia. Los Ministros están, como los demás miembros, bajo la obediencia de la Regla y del Capítulo y están obligados a ejercer su autoridad, no con espíritu de parcialidad ni de orgullo ni de egoísmo, sino con igual consideración y amor y con humilde oración por la sabiduría divina.
Meditación 12
La obligación de la obediencia particular dentro de la comunidad es aceptada con gusto por los miembros, no como algo diferente de la obediencia que deben a Dios, sino más bien como parte de esa obediencia. Confían en que, si Dios los ha llamado a una vida bajo la Regla, en el cumplimiento de las obligaciones de esa vida, estarán obedeciendo verdaderamente a Él y que, cualesquiera que sean las limitaciones o humillaciones que su obediencia pueda implicar, si se aceptan alegremente, serán un medio por el cual se vence el orgullo y se logra una consagración más perfecta.
Cuando trabajen fuera de la comunidad, los hermanos y hermanas deben someterse a la disciplina de la parroquia o sociedad en la que se encuentran.