La segunda condición de vida: la castidad

 

Meditación 8

Los hermanos y hermanas están obligados, como todos los cristianos, a resistir y, por la gracia de Dios, vencer las tentaciones de la carne y vivir vidas de pureza y dominio propio. Siempre deben esforzarse a través de la fiel autodisciplina y la oración para ser castos tanto en mente como en cuerpo. Además, para que promuevan la devoción sin trabas al Señor (1 Corintios 7, 35), y se entreguen enteramente a su obra, estando desposados únicamente con Cristo, su verdadero esposo, abrazan por su propia voluntad la vocación del celibato.

 

Hacen esto no porque crean que la soltería es en sí misma superior a la casada, sino porque creen que para ellos la soltería es aquella en que Dios quiere que le sirvan. Por eso miran a él con confianza para que les dé la gracia necesaria para esta vida que, si la emprenden contra su voluntad, sería para ellos un estado de mayor distracción que el del matrimonio.

 

La Sociedad de San Francisco - Orden de Frailes Menores Anglicanos - OFMA - Comunidad Religiosa acepta la unión entre el hombre y la mujer, como forma de vida muy honrada, igual que la forma de vida de los hermanos célibes. Creemos que la castidad con o sin celibato son forma de vida igualmente santas, con diferencias solamente en privilegio y responsabilidad. Es solamente una cuestión de discernir a qué forma de vida uno es llamado.

 

Meditación 9

 

Al aceptar así el estado de castidad, los hermanos y hermanas deben estar siempre en guardia contra la tentación del egocentrismo, la frialdad o la falta de simpatía por los intereses de los demás. Su desposorio con Cristo no debe debilitar ni estropear sus afectos humanos. Más bien, su unión con él debe permitirles amar más ricamente con su amor a todos aquellos con quienes se ponen en contacto.